Es cierto que el niño y la niña, desde que nace, vive rodeado de imágenes de animales: los peluches son osos, los móviles que vuelan sobre su cuna, mariposas; los muñecos de su colcha, elefantes... por no hablar de los personajes de los libros o de los dibujos animados. Por tanto, a los dos años, los niños y niñas tienen un saber adquirido sobre los animales, los conocen intelectualmente, aunque puede ocurrir que, si no hay mascota en casa, no hayan visto en su vida uno de verdad. Y las representaciones de los animales están, a menudo, lejos de la realidad. El resultado es que, al contrario de lo que sucede con el aprendizaje en otros terrenos (colores, cifras, sabores...), en lo que respecta a los animales, los niños y niñas tienen que desaprender, para descubrir que un elefante no es rosa ni azul y que es enorme, o que un gato no es un juguete (como aparece en algunos cuentos).
A los dos o tres años, edad en que se aprende a conocer el mundo y el saber de las cosas, es importante que los niños y niñas descubran la verdadera animalidad.
El niño y niña está en plena construcción de su representación del mundo, y ese descubrimiento es formativo para él o ella. Los adultos podemos ayudarlo poniéndole figuras de animales realistas y a escala o imitando las verdaderas voces de los animales...
¡¡Les encanta!!
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